¡Bienvenidos a mi blog!

En este espacio virtual podrán conocer a la persona que se esconde detrás del personaje. Descubrirán la magia que forma parte de ese mundo de literatura fantástica y poesía que me rodea. Esa magia que es capaz de envolver nuestros corazones, y de hacernos vivir las más grandes aventuras.

jueves, 3 de abril de 2008

El Regreso de las Sombras - Parte 1

Desde el último infructuoso ataque del Señor de la Oscuridad, la paz que reinaba en aquel reino élfico parecía no acompañar a todos sus habitantes. El bosque, que se caracterizaba por poseer enormes árboles de hojas doradas, era la morada de la Gran Dama Blanca de los elfos y de su sobrina, Anië Ancalima. Todos deseaban que ese último ataque del Señor de la Oscuridad hubiera sido el último, pero cuando de las fuerzas del mal se habla, sabemos que nunca son erradicadas por completo. Lamentablemente siempre encuentran un corazón débil donde sembrar su semilla, y con el tiempo vuelven a atacar, con el único fin de destruir todo lo bueno a su paso.
No obstante, todos querían seguir manteniendo viva la esperanza de que la lograda paz permanecería intacta por más tiempo. Esa vaga esperanza en el corazón de algunos, no pudo seguir firme por mucho tiempo. Un extraño viento comenzó a soplar en las inmediaciones del bosque, en los lindes que separaban el reino de los elfos del reino de los hombres. Un viento frío, de sonido aterrorizante, capaz de erizarle a cualquiera la piel, empezó a traer consigo el rumor de un nuevo ataque programado por las fuerzas del mal.
La Gran Dama Blanca, temiendo por el destino de su gente, que resultara tan golpeada en la última batalla, no quiso dar la alarma hasta estar segura de que aquel rumor tenía bases sólidas en las que apoyarse. Con el objetivo de corroborar o refutar ese rumor, envió a recorrer los límites del bosque a su mejor capitán. El Capitán Caemul, en comisión con un grupo de elfos, partió una mañana de otoño para cumplir con la tarea que le fuera encomendada. Anië Ancalima, que le tenía en gran estima, no podía evitar sentir que su corazón estaba intranquilo con aquella partida. Algo le decía que las cosas no estaban bien. Preocupada por lo que ese aparente mal presagio pudiera significar, no dudó un instante en ir por sus armas.
Así, sin preguntar si estaba en lo correcto, sin medir las consecuencias que su partida pudiera acarrear, salió vestida con su traje de montar, y cargando sus armas, hacia los establos del reino. Ya en el establo donde guardaba su caballo, lo ensilló, aseguró todas las cosas que debía llevar en la montura, y salió tras los rastros del Capitán Caemul y sus guerreros. Anië Ancalima, que lo conocía a la perfección, sabía que tanto silencio de parte del Capitán no auguraba nada bueno.